Es fin de semana de carnaval, una de las fiestas más populares y seguidas alrededor de todo el mundo. Pero, ¿sabemos cuáles son sus orígenes? ¿Cómo comenzó a celebrarse esta fiesta? Hoy rebuscamos entre las crónicas de Lugia para encontrar ese origen y contároslo.
Fue en nuestra crónica publicada en enero, febrero y marzo de 1986 cuando hablamos por primera vez del origen del carnaval, explicando que este término significa, históricamente, “la serie de bulliciosos regocijos y fiestas populares que se celebran en días inmediatamente precedentes al Miércoles de Ceniza, principio de los ayunos cuaresmales”. Añadíamos, además, que existen varias etimologías para carnaval: la expresión italiana “carne vale”, que significa ¡carne, adiós!, destinada a indicar la excesiva licencia sensual permitida en los días
carnavalescos, y antes del tiempo penitenciario eclesiástico; o la romana “currus navalis”, (carro naval), que presta estimable luz acerca de los principios de la historia del carnaval.
¿Por qué? Porque el carnaval deriva directamente de las Saturnales romanas, pero se encuentran vestigios de estas fiestas, que en un principio tuvieron carácter religioso, en todos los pueblos, desde la más remota antigüedad, y con ellas se celebraba el año nuevo (para que les fuera favorable) o la entrada de la primavera, que simbolizaba el renacimiento de la naturaleza. Así, al llegar la primavera, en Grecia, en el Imperio Romano, en los países teutónicos y en los celtas, se celebraban procesiones en las que se paseaba un barco con ruedas, y que eran constituidas por mascaradas que ejecutaban, sobre el carro, danzas promiscuas y canciones de sátira sarcástica y obscenas.
Las máscaras del carnaval, originariamente, tan comunes actualmente, tienen un carácter religioso-espiritual, el de derivar en su principio del culto a los muertos, representados por hombres vestidos de blanco. Este fue el primer disfraz del carnaval.
De entre todos los carnavales antiguos, es el de Venecia el que mayor fama goza (una fama que, sin lugar a dudas, se alarga hasta nuestros días), ponderado por las artísticas iluminaciones por medio de farolillos de colores, con que se adornaban los edificios y las góndolas de sus canales, los fuegos artificiales, la libre circulación de máscaras, cabalgatas, luchas de animales, juegos hercúleos y otros espectáculos.
Si hablamos de España, los árabes se mostraron entusiastas del carnaval, y al dar cima a la Reconquista, la fiesta estaba muy extendida entre los sarracenos. Felipe IV protegió mucho los carnavales; Felipe V no consintió que se hiciera del carnaval un espectáculo; Carlos III lo favoreció, y en su tiempo se introdujeron en el teatro los bailes de máscaras; Fernando VII no lo consintió más que en el interior de las casas; y durante la regencia de la reina doña María Cristina volvieron al esplendor que tuvieron en lo antiguo los bailes y las mascaradas.
Poco a poco se fueron introduciendo numerosas tradiciones en nuestro país para esta fecha tan señalada, muchas de ellas en las propias casas: un columpio en los patios, juegos de compadres, donde se emparejaban a los chicos y chicas (muchos de estos emparejamientos acabaron en matrimonio), colocación de piñatas…
Todas estas celebraciones y tradiciones se realizaron en nuestro país hasta que en 1936 el carnaval fue prohibido. Luego, en la posguerra, todo aquello que tuviera relación con los antiguos carnavales, y su significado de libertad del pueblo, fue vetado. También por la iglesia, debido a su carácter pagano.
¿Y en nuestro pueblo? ¿Qué recorrido han tenido los carnavales? Pues en Valdepeñas ha ocurrido como en el resto de España en lo que a celebraciones y prohibiciones se refiere. Aquí, era una fiesta alegre, bulliciosa, con ciertas libertades que permitían las máscaras y con la realización de estudiantinas, esas coplillas que entonaban los grupos de amigos en tono de crítica o burla.
Para profundizar más sobre los carnavales en nuestro pueblo y sus orígenes, en la crónica de enero, febrero y marzo de 1987 escribió un artículo Juan Martínez Rojas. En él, explicaba que en la época en la que la fiesta fue suprimida, muchos valdepeñeros hicieron caso omiso y siguieron festejando el carnaval, aunque fueron sancionados por ello. “Antes de 1936, los carnavales eran muy graciosos en este pueblo”.
Y continuaba: “A parte de los actos callejeros, el Casino de Artesanos y Labradores, al que el pueblo denominó ‘Casino de los Lores’, celebraba fiestas y bailes que solo eran concurridos por la clase social alta y la burguesía acomodada, en donde, con una pianola con royos de papel taladrado musicalmente, y a la que había que mover en su funcionamiento a base de pedales, era nuestra delicia, ya que a los muchachos que teníamos la suerte de poder estar pedaleándola nos gratificaban con una perra gorda y algunos trozos del magnífico bacalao inglés que ponían de tapa. Así recuerdo aquellos carnavales de mi niñez”.
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